Castillo Alcázar de Segovia es el castillo español que más epítetos de admiración ha despertado, y sin duda es uno de los más bellos, famosos y artísticos del país. Se asienta sobre un alto ce­rro, en la confluencia de los ríos Eresma y Clamores, dentro de un profundo tajo. Su estampa esbeltisima se divisa desde muy lejos antes de acceder a la ciudad de Segovia, a la que caracteriza para siempre en el recuerdo del que la ha vi­sitado alguna vez.

Ya en tiempos de los romanos, y más tarde bajo la dominación musulmana, la ciudad tuvo su castillo fuerte, muy probablemente en el mismo lugar, la época de fundación del actual edificio se establece en el siglo XI, cuando el Rey Alfonso VI quiso contar con una construcción que dispusiera de torres defensivas como las que poseían los árabes en las localidades que hoy corresponden a las ciudades de Madrid y Toledo.

Desde entonces toda la monarquía medieval castellana, y más adelante cada uno de los Reyes del país, vivieron en algún momento de sus vidas jornadas his­tóricas en este castillo, o simplemente íntimas, y durante siglos el Alcázar fue lugar favorito de los monarcas, que fue­ron modificando y renovando su traza, en la actualidad sumamente compleja. En su exterior, el Alcázar responde a los cánones de un soberbio estilo gótico; en su interior destaca a menudo la impronta mudéjar, especialmente en los aspectos decorativos.

Su planta muy irregular, es alargada y estrecha y deter­mina un volumen peculiar, que a menu­do evoca la figura de un solemne y airoso navio. Dos torres contrapuestas cus­todian el buque del castillo, la llamada de Don Juan II y la del Homenaje. La pri­mera, la más alta del edificio, es de plan­ta cuadrilonga; adornada con doce pe­queños cubos alrededor, robustos ma­tacanes e historiados balconajes. Al extremo opuesto, la torre del Homenaje defiende el ultimo cuerpo del castillo ornado de torrecillas cubiertas de chapi­teles cónicos de pizarra sobre las que gi­ran graciosamente otras tantas veletas.

Castillo Alcázar de Segovia

 

Este tipo de cubierta, que presta a este castillo un cierto carácter europeo, fue una innovación introducida en el si­glo XVI por el Rey Felipe II Un puente levadizo conduce hasta el primer zaguán del edificio, de donde se accede al patio de armas, reformado por Francisco de Mora, arquitecto de Feli­pe II. Una escalera de impecable clasi­cismo conduce desde el patio a los prin­cipales aposentos del Alcázar, seis en total, conocidos cada uno de ellos por un nombre, entre romántico y simbólico.

 

El salón de la Galera reproduce en su techo el interior hueco de un navío. A su derecha está el del Trono, cuadrado, con una cúpula de lazo, dorada y tallada con filigrana. La sala de las Piñas recibió ese nombre en razón de la decoración que adornaba el riquísimo artesonado que la cubría y en la que se imitaban esos frutos. Contiguo a la anterior está el gran salón de los Reyes, el más fastuoso del castillo cuentan las crónicas de los viajeros del siglo xv que allí se situaban treinta y cuatro estatuas de reyes de España, todas de oro puro. Estaban, al pa­recer, situadas en un friso alto y Felipe II las aumentó hasta completar un conjun­to de cincuenta y seis.