Ciutadella es una de las ciudades que invitan al paseo. Sus calles conservan la trama medieval, si bien los principales edificios de esta época fueron destruidos en 1558 en un desolador saqueo de la ciudad por piratas turcos. Sus casas presentan dos aspectos: o bien están encaladas y reflejan una luz cegadora, o bien ofrecen a la mirada del visitante la elegancia de los sillares desnudos, de marés, una piedra caliza y blanda, que se puede cortar con un serrucho, típica de Baleares.

Arquitectura e historia de Ciutadella

Ciutadella tiene un tono rosado característico, cómo de oro viejo, que se enciende con la luz del sol poniente, creando al atardecer con su reflejo y el juego cromático de las nubes vespertinas, una atmósfera mágica y melancólica.

La ciudad, situada sobre el mar, en una plataforma hendida por un acogedor puerto natural, ha estado habitada desde la noche de los tiempos, como documentan los numerosos vestigios megalíticos que se encuentran en sus alrededores, entre ellos la naveta de Es Tudons, un monumento funerario emblemático de la ciudad.

Ciudadela ocupada por fenicios, cartagineses y romanos, aunque ninguna de estas civilizaciones dejó allí vestigios significativos. En la Alta Edad Media, la ciudad se convirtió en la capital administrativa religiosa de la isla, estatus que no perdió durante la ocupación islámica, que tampoco dejó vestigios excepto el minarete de la desaparecida mezquita, reconvertido en campanario de la catedral, y el nombre de la calle del Palau, qué boca la residencia que se hizo construir allí el almojarife.

Aunque la mayoría de los edificios emblemáticos de la ciudad fueron construidos durante los primeros siglos de la ocupación aragonesa, todos tuvieron que ser reconstruidos durante el siglo XVII a consecuencia de la mencionada incursión del corsario turco Piali. Ejemplo de ello es la catedral, construida en estilo gótico catalán en el siglo XIV por iniciativa del soberano Alfonso II El Liberal. Consta de una sola nave, muy ancha, con diferentes capillas añadidas posteriormente. Fue devastada en el año 1558, a consecuencia de ello, la bóveda cayó en 1626, lo cual dio inicio a un periodo de reformas que duró hasta bien entrado el siglo XIX.

Las murallas originales, también destruidas en su casi totalidad durante la invasión turca, tuvieron que ser restauradas. Demolidas definitivamente a partir del año 1868, quedan de ellas los bastiones del Gobernador y de Sa Font, y Sa Murada, bajo la fachada del edificio del Ayuntamiento que da al puerto.

El visitante quedará sorprendido por el gran número de palacios que salpican la ciudad. Ciutadella era, y es, la sede de la aristocracia isleña qué, posicionándose con la autoridad eclesiástica, dio la espalda a las autoridades británicas que pretendía modernizar la isla en el siglo XVIII. Estos optaron por trasladar la capitalidad a la entonces aldea de Mahó.

Entre las mansiones señoriales destacan los palacios de Salort, antes de Martorell, el de Torre-Saura, ambos del siglo XIX y situados en la plaza des Born, el Palacio de los Olivar entre es Born y la catedral, el de Squella, en la calle de San Sebastián, el de Saura, en la calle del Santíssim, el de la Segunda Rama Saura, en la calle del seminario, y la casa del Baró de Lluriach, en la calle de Santa Clara.

Una experiencia imprescindible y sin duda inolvidable: En una tarde en la que sople una ligera Tramontana, te deja la atmósfera transparente como el cristal, contemplar la puesta de sol sobre el canal que separa la isla de la vecina Mallorca.

Las fiestas de Sant Joan

Cuándo se acerca el 24 de junio, Ciutadella se desmelena. Sí San Fermin es en Pamplona la fiesta de los toros, en la antigua capital menorquina el caballo se convierte en el protagonista indiscutible de las celebraciones de San Juan.

Los diferentes estamentos sociales de la ciudad están representados en la comitiva de más de 100 jinetes que durante unos días y parte de sus noches animales calle, obligando a sus monturas a hacer botets (saltos) entre la muchedumbre enfervorecida.