El proceso de internacionalizar una empresa es uno de los pasos más ambiciosos y transformadores que puede dar un negocio. En este sentido, abrirse a nuevos mercados no solo significa vender en otros países, sino también adaptarse a diferentes culturas, normativas y entornos fiscales. En la actualidad vivimos en un mundo cada vez más conectado, lo que permite que la expansión internacional se haya convertido en una oportunidad clave para crecer, diversificar ingresos y fortalecer la marca. Sin embargo, dar este paso exige una preparación legal y administrativa sólida que evite riesgos innecesarios.
España cuenta con miles de Pymes que exportan productos o servicios, especialmente en sectores como el turismo, la tecnología, la alimentación y la moda. No obstante, muchas de ellas descubren que los trámites legales pueden ser tan determinantes como la estrategia comercial. Por ello, trabajar con un equipo de expertos, como abogados Barcelona o abogados Madrid, dependiendo de donde se tenga la sede, elegir la forma jurídica adecuada, registrar la marca en el extranjero o comprender los convenios fiscales internacionales son cuestiones básicas para un crecimiento sostenible.

Por eso, antes de embarcarse en este “viaje empresarial”, es esencial conocer los principales requisitos legales que acompañan a la internacionalización. Permisos de exportación, obligaciones fiscales, protección de la propiedad intelectual o firma de contratos internacionales, todo forma parte de un proceso que requiere planificación y asesoría especializada.
Elección de la forma jurídica y registro internacional
Uno de los primeros pasos para internacionalizar una empresa es decidir cómo se establecerá legalmente en el nuevo país. Las opciones más comunes incluyen abrir una filial, crear una sucursal o simplemente operar mediante un acuerdo comercial o de distribución. Cada fórmula tiene implicaciones jurídicas distintas, ya que una filial, por ejemplo, posee independencia legal, mientras que una sucursal depende directamente de la empresa matriz. La elección dependerá del nivel de inversión, control y responsabilidad que se busque.
Además, es fundamental registrar la marca y los productos en los países donde se va a operar. Este proceso protege el nombre comercial, logotipos y diseños frente a posibles imitaciones o usos indebidos. En Europa, se puede hacer mediante la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO), mientras que a nivel internacional se utiliza el sistema de Madrid, gestionado por la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual).
Por otro lado, se recomienda revisar la legislación local de cada país, ya que las normativas empresariales varían ampliamente. Algunos gobiernos exigen licencias específicas, capital mínimo o socios locales para operar. En estos casos, contar con asesoría legal especializada, como la asesoría de Català Reinón, con sus abogados en Barcelona, es esencial para adaptar los estatutos, contratos y políticas internas a la legislación extranjera.
Fiscalidad internacional y convenios para evitar la doble imposición

El aspecto fiscal es, sin duda, uno de los más delicados al expandir una empresa fuera de España. Cuando una compañía opera en varios países, puede estar sujeta a pagar impuestos en ambos territorios. Para evitar este problema, España mantiene convenios de doble imposición con más de 90 países, que establecen qué Estado tiene prioridad para gravar los beneficios, dividendos o royalties.
Antes de comenzar a operar en el exterior, es necesario analizar cómo tributarán los ingresos. Por ejemplo, una filial en el extranjero suele pagar impuestos en el país donde se ubica, mientras que una sucursal puede tributar parcialmente en España. Además, las retenciones en origen, el IVA intracomunitario o los impuestos aduaneros pueden variar según el tipo de producto o servicio. La planificación fiscal internacional permite anticipar costes y aprovechar beneficios legales.
Contratos internacionales y normativa laboral
Cuando una empresa española decide expandirse, es esencial que todos los acuerdos comerciales internacionales estén correctamente redactados. Los contratos internacionales deben contemplar la legislación aplicable, el idioma, las condiciones de pago, los plazos de entrega y las cláusulas de resolución de conflictos. En muchos casos, se recomienda incluir arbitraje internacional como método de resolución, ya que es más rápido y eficaz que los procesos judiciales entre países.
Además, la normativa laboral puede cambiar radicalmente según cada país, por lo que si la empresa contrata personal en la zona, deberá cumplir con la legislación laboral del país de destino, incluyendo salarios mínimos, seguridad social y derechos laborales. En el caso de empleados españoles desplazados, se aplican convenios bilaterales de seguridad social que garantizan su protección y cotización en el extranjero. No tener en cuenta estos aspectos puede generar sanciones o conflictos laborales inesperados.
Por ello, se aconseja trabajar junto a un asesor legal especializado en derecho internacional que supervise todos los contratos y políticas laborales. A ser posible, unos abogados de la misma ciudad, que tengan sede física, como los abogados en Sabadell de Català Reinón suele ser la mejor decisión. Una gestión adecuada evita malentendidos con proveedores, distribuidores o empleados y protege los intereses de la empresa en todo momento.
Cumplimiento normativo

El cumplimiento normativo también juega un papel esencial a la hora de la internacionalización. Las empresas deben garantizar que sus operaciones respeten las leyes de competencia, las políticas anticorrupción y las normativas medioambientales de los países donde actúan. Adoptar un sistema de cumplimiento ayuda a prevenir sanciones y mejora la reputación corporativa.
Asimismo, apoyarse en programas públicos y entidades de promoción internacional puede marcar la diferencia. Organismos como ICEX, CESCE o las Cámaras de Comercio de España ofrecen guías, subvenciones y asesoramiento para facilitar la expansión internacional. En este siglo, internacionalizar no es solo un reto jurídico, sino una oportunidad para crecer con respaldo institucional y seguridad. Por ello, con una base legal sólida, las empresas pueden conquistar nuevos mercados sin tanta dificultad como hace años.
