La catedral de Notre Dame de París, cuya construcción comenzó en el año 1163, es mucho más que una obra de la arquitectura gótica: es un símbolo cultural, religioso e histórico de Francia. Este templo ,situado en la isla de la Cité, a orillas del Sena, ha sido testigo de coronaciones, revoluciones, guerras y reconstrucciones. Su silueta ha inspirado artistas, escritores y millones de viajeros que la consideran el corazón espiritual de la capital francesa, y, un lugar fundamental que ver en París.

A pesar del devastador incendio ocurrido en abril de 2019, Notre Dame sigue viva. Cada piedra de la catedral encierra siglos de fe, arte y resiliencia, lo que la convierte en una experiencia profundamente conmovedora. En este artículo veremos los tesoros esenciales que ver en Notre Dame de París, aquellos elementos que resumen su valor patrimonial y emocional.

La fachada occidental

La primera impresión de Notre Dame es su imponente fachada occidental, una obra maestra del arte gótico que actúa como un libro de piedra abierto al mundo. Esta fachada, dividida en tres portales, cada uno decorado con escenas bíblicas talladas en piedra, resume la fe medieval y su obsesión por lo simbólico. El Portal del Juicio Final, en el centro, representa a Cristo juzgando a la humanidad, rodeado de ángeles, resucitados y demonios.

A la izquierda, el Portal de la Virgen muestra la vida de María, incluyendo su coronación celestial, mientras que a la derecha, el Portal de Santa Ana relata escenas de la infancia de Jesús y su genealogía. Sobre ellos se encuentran la Galería de los Reyes, una hilera de 28 estatuas que representan a los reyes de Judá y que fueron destruidas durante la Revolución Francesa, para ser luego reconstruidas en el siglo XIX. Cada nivel está cargado de detalles que revelan enseñanzas morales, históricas y artísticas. Más arriba se sitúan las dos torres simétricas de 69 metros de altura, construidas en los siglos XII y XIII.

Los rosetones

Uno de los elementos más admirados de Notre Dame son sus tres rosetones de vitrales, considerados de los más grandes y hermosos del mundo gótico. Estos enormes círculos de vidrio policromado se sitúan en los brazos norte, sur y oeste de la catedral, y datan del siglo XIII. Su función era más que decorativa, ya que simbolizaban la perfección divina y llenaban el interior de una luz espiritual que transformaba el espacio en un templo de luz y color.

El rosetón norte, de 13 metros de diámetro, representa escenas del Antiguo Testamento, con una paleta de azules profundos y rojos intensos. El rosetón sur, dedicado al Nuevo Testamento, está ubicado frente al anterior, creando un diálogo visual entre la promesa y el cumplimiento de la fe cristiana. Por su parte, el rosetón de la fachada occidental, aunque más pequeño, ilumina la nave principal con elegancia simbólica y armonía cromática.

Las torres y sus gárgolas

Las famosas torres de Notre Dame, de casi 70 metros de altura, han sido durante siglos uno de los mejores miradores de París. Su silueta define el paisaje del centro histórico de la ciudad. Además de su función estructural y estética, las torres han alimentado el imaginario colectivo gracias a la literatura, especialmente con la figura de Quasimodo, el entrañable campanero de Victor Hugo.

Una de las características más fascinantes de estas torres son sus gárgolas y quimeras, criaturas fantásticas talladas en piedra que se asoman al vacío desde sus cornisas. Las gárgolas servían como desagües funcionales para canalizar el agua de lluvia lejos de la fachada, pero también tenían un sentido simbólico: ahuyentar el mal y proteger el templo. Las quimeras, por su parte, fueron añadidas durante la restauración del siglo XIX dirigida por Viollet-le-Duc, aportando un aire gótico romántico a la catedral. Desde lo alto de las torres, quienes han tenido la oportunidad de subir han podido contemplar una vista inigualable del Sena, el barrio del Marais, el Louvre y la Torre Eiffel en la distancia.

La cripta arqueológica

Justo bajo la explanada de Notre Dame se encuentra uno de los tesoros menos conocidos pero más fascinantes del complejo: la crypte archéologique de l’Île de la Cité, o cripta arqueológica. Inaugurada en 1980, este espacio subterráneo permite a los visitantes caminar entre restos reales de la historia de París, desde la época romana hasta la Edad Media. De esta manera, se consigue una inmersión literal en el pasado de la ciudad.

En su interior se conservan muros, calles y estructuras que formaron parte de la antigua Lutecia, la ciudad romana que precedió a París. También pueden verse vestigios de edificios medievales, sistemas de calefacción antiguos y parte de la muralla defensiva. Mediante paneles interactivos y recreaciones digitales se llega a comprender cómo fue evolucionando la ciudad a lo largo de los siglos. La visita a la cripta enriquece el recorrido por Notre Dame al mostrar que su grandeza se apoya en siglos de historia acumulada bajo sus pies.