La catedral de Milán, conocida en italiano como Il Duomo di Milano, es uno de los monumentos más icónicos no solo de Italia, sino de toda Europa. Esta imponente estructura gótica, ubicada en el corazón de la ciudad, es un símbolo de fe, arte y perseverancia. El Duomo, con sus cientos de agujas, estatuas y vitrales, representa una obra monumental que ha inspirado a generaciones de visitantes, artistas y fieles desde hace más de seis siglos.

Su construcción comenzó en 1386 y se extendió durante más de 500 años, reflejando en su arquitectura la evolución de estilos, técnicas y gustos de diferentes épocas. A pesar de las transformaciones que ha vivido Milán a lo largo de los siglos, el Duomo se ha mantenido como el corazón espiritual y visual de la ciudad. Este artículo invita a descubrir todo lo que hay que ver en la catedral de Milán, desde sus detalles arquitectónicos más espectaculares hasta las joyas escondidas en su interior. Para ello, exploraremos las zonas más destacadas del templo, como su nave central, las terrazas panorámicas, la cripta subterránea y sus magníficos vitrales.

La fachada y el exterior – Un bosque de mármol y agujas

La primera impresión al llegar al Duomo es sobrecogedora, con una fachada de mármol blanco rosado, traído de las canteras de Candoglia, que brilla con la luz del sol y parece una escultura gigante más que una simple entrada. La fachada actual fue finalizada en el siglo XIX, aunque la estructura gótica comenzó a levantarse siglos antes. En ella, destacan sus cinco portones ricamente decorados con relieves bíblicos y escenas de la historia milanesa.

Uno de los elementos más impresionantes del exterior es su bosque de pináculos, coronado por más de 130 agujas que se elevan al cielo. Cada una de ellas está rematada con una estatua, muchas de las cuales representan santos, mártires y figuras alegóricas. En total, la catedral cuenta con más de 3.400 esculturas en su superficie exterior, lo que la convierte en el edificio con más estatuas del mundo. La más famosa de todas es la Madonnina, una estatua dorada de la Virgen María situada en lo alto de la aguja principal. Desde la plaza del Duomo se pueden admirar también los contrafuertes, los rosetones laterales y la perfecta simetría de su diseño. El exterior de la catedral no es solo una carta de presentación arquitectónica, sino una auténtica catequesis visual esculpida en piedra.

El interior – Columnas, vitrales y una atmósfera sagrada

Al cruzar las puertas de la catedral, el visitante queda envuelto por la majestuosidad de su interior gótico. La nave principal se extiende por más de 150 metros de largo, flanqueada por altísimas columnas que se elevan hasta una bóveda de crucería impresionante. La luz que entra por los vitrales tiñe el ambiente de tonos suaves y crea un clima espiritual único, donde el silencio se convierte en parte de la experiencia.

Los vitrales del Duomo son verdaderas joyas artísticas, ya que cada uno de ellos narra escenas bíblicas con un detalle cromático extraordinario. Algunos se remontan al siglo XV y representan episodios del Antiguo y Nuevo Testamento, con una riqueza iconográfica que invita a contemplarlos detenidamente. Además de su función decorativa, servían históricamente como instrumento pedagógico para los fieles analfabetos, que aprendían las Escrituras a través de estas imágenes. Dentro de la catedral también destacan el altar mayor, el púlpito, las capillas laterales y el coro de madera tallado, de gran valor artístico. Entre los elementos más curiosos está el reloj solar en el suelo, que aún funciona y marca el mediodía con un rayo de luz que atraviesa un pequeño orificio en el techo.

Las terrazas del Duomo – Milán desde las alturas

Uno de los mayores atractivos de la catedral de Milán es la posibilidad de subir a sus terrazas y caminar entre las agujas y esculturas que decoran su tejado. Desde lo alto del Duomo se obtiene una vista panorámica inigualable del casco urbano milanés y, en días despejados, incluso de los Alpes al norte. La experiencia permite apreciar de cerca los detalles arquitectónicos que desde el suelo pasan desapercibidos, como gárgolas, pináculos y figuras esculpidas.

El acceso a las terrazas se puede hacer por escaleras o ascensor, según la preferencia del visitante. El recorrido, perfectamente seguro, lleva a lo largo de pasarelas que se integran con la estructura del tejado. Caminar por allí es como moverse dentro de una catedral de piedra al aire libre, donde la verticalidad del gótico se convierte en un paseo tangible. Desde este nivel también se puede ver de cerca la Madonnina, la icónica estatua dorada de la Virgen que corona el edificio. Más allá de la vista, las terrazas ofrecen una conexión emocional con la ciudad.

La cripta y el Tesoro – Historia sagrada bajo el mármol

Bajo el altar mayor de la catedral se encuentra la cripta de San Carlos Borromeo, un espacio solemne donde reposan los restos del arzobispo que reformó la iglesia de Milán en el siglo XVI. El cuerpo del santo se expone en una urna de cristal, vestida con ornamentos litúrgicos, siendo objeto de veneración para muchos fieles. La cripta está decorada con mármoles, frescos y una atmósfera que invita al recogimiento.

Además de este espacio sagrado, la catedral alberga el llamado Tesoro del Duomo, una colección de objetos litúrgicos, relicarios, cálices, cruces y manuscritos antiguos que muestran la riqueza espiritual e histórica acumulada durante siglos. Este conjunto, que se expone en una sala aparte y forma parte del museo del Duomo, permite comprender el papel central de la iglesia en la vida religiosa, cultural y política de la ciudad desde la Edad Media hasta la actualidad.