Palma de Mallorca en Mallorca, la capital de las islas Baleares, es mucho más que un destino de sol y playa. Esta ciudad, con una historia que abarca más de dos milenios, combina un enorme patrimonio arquitectónico, una cultura viva, una gastronomía exquisita y un entorno natural privilegiado. Desde la majestuosa catedral gótica que se alza frente al mar hasta los barrios de pescadores transformados en zonas de ocio, Palma ofrece una mezcla perfecta entre lo antiguo y lo moderno.

Cada rincón guarda una historia, y cada edificio cuenta una etapa de su evolución: desde el legado romano y árabe hasta la modernidad de sus galerías de arte y locales de diseño. Este artículo propone una guía clara y práctica para descubrir los lugares imprescindibles que ver en Palma de Mallorca.

La Catedral de Palma (La Seu)

La catedral de Palma, conocida como La Seu, es sin duda el monumento más emblemático de la ciudad. Su imponente fachada gótica se eleva frente al mar, sobre el antiguo baluarte, creando una imagen que ha fascinado a generaciones. Esta catedral fue construida entre los siglos XIII y XVII, con una estructura que se destaca como una de las más altas del gótico europeo.

En su interior se puede admirar la intervención del arquitecto Antoni Gaudí, el legendario artista que destaca con sus obras en Barcelona, quien a principios del siglo XX rediseñó algunos elementos litúrgicos e incorporó una magnífica lámpara colgante en forma de corona. También sobresale el mural cerámico contemporáneo del artista Miquel Barceló, en la capilla del Santísimo, que añade una nota vanguardista a un templo cargado de simbolismo. Las vidrieras, especialmente el gran rosetón que proyecta luces multicolores sobre los muros, son otro de sus atractivos más destacados. Además, es posible subir a las terrazas superiores de la catedral, desde donde se disfruta de unas vistas inigualables de Palma, el puerto y la sierra de Tramuntana.

El Palacio de la Almudaina

Justo al lado de la catedral se alza el Palacio Real de la Almudaina, una construcción que combina arquitectura islámica y cristiana. Originalmente fue una alcazaba musulmana, transformada después en residencia de los monarcas mallorquines tras la conquista catalana en el siglo XIII. Hoy sigue siendo residencia oficial del Rey en actos institucionales en la isla, lo que refuerza su papel simbólico en la historia y política española.

El interior del palacio está abierto al público y ofrece un recorrido por salones austeros pero llenos de historia. En este interior destacan la capilla de Santa Ana, el salón del trono y varias estancias, decoradas con tapices flamencos, mobiliario medieval y vistas espectaculares al mar. Su arquitectura sobria, con muros de piedra, techos altos y arcos apuntados, conserva la esencia de la fortaleza original, aunque adaptada a las funciones ceremoniales de la realeza. En los alrededores se encuentra el Parc de la Mar, un espacio perfecto para relajarse, hacer fotos de la fachada reflejada en el agua y observar la interacción entre los grandes monumentos y la vida cotidiana.

El casco antiguo

Recorrer el casco antiguo de Palma es perderse en un laberinto de callejuelas, fachadas señoriales y patios que hablan de un pasado aristocrático. Esta zona, situada entre la Catedral y la Plaza Mayor, conserva el trazado medieval y cuenta con numerosos edificios históricos restaurados.

Uno de los elementos más característicos del casco histórico son los patios mallorquines, accesibles desde los zaguanes de las antiguas casas nobiliarias. Muchos de ellos están abiertos al público o se pueden visitar en rutas organizadas. Se trata de espacios interiores con columnas, arcos y vegetación abundante, concebidos como transición entre lo público y lo privado. Además del ambiente arquitectónico, el casco antiguo ofrece cafeterías, galerías de arte contemporáneo y tiendas artesanales que combinan tradición con diseño actual. Lugares como la calle Sant Miquel o la calle Colom son perfectos para pasear sin rumbo fijo y descubrir rincones inesperados.

El castillo de Bellver

A las afueras del centro histórico se alza el castillo de Bellver, una fortaleza del siglo XIV construida por el rey Jaime II de Mallorca. Su principal singularidad es su planta circular, una rareza arquitectónica en castillos europeos. Este castillo está ubicado sobre una colina boscosa, ofreciendo una de las mejores vistas panorámicas de Palma, el puerto y la bahía.

El castillo ha tenido múltiples usos: residencia real, prisión militar y museo. En la actualidad alberga el Museo de Historia de la Ciudad, con una interesante colección de objetos, mapas y documentos que explican la evolución de Palma desde la antigüedad hasta nuestros días. Además del valor patrimonial, el entorno del castillo es perfecto para una escapada tranquila dentro de la ciudad.

Santa Catalina y el paseo marítimo

El barrio de Santa Catalina, antiguo enclave de pescadores, es hoy uno de los espacios más vibrantes de Palma. Este barrio conserva su esencia marinera con casas bajas y coloridas, ventanas de madera y ropa tendida en los balcones, pero ha sabido transformarse en un referente gastronómico con múltiples restaurantes en Palma de Mallorca. En su famoso mercado municipal, abierto desde 1920, se puede disfrutar de productos frescos, tapas creativas y vinos locales en un ambiente auténticamente mallorquín.

Santa Catalina es también el lugar para salir a cenar o tomar algo. Sus calles están repletas de bares de diseño, restaurantes internacionales, coctelerías o panaderías artesanas. Se trata de una zona que combina vida local con estilo urbano, frecuentada tanto por residentes como por visitantes, haciendo que cada rincón ofrezca una experiencia distinta. Muy cerca, el paseo marítimo bordea el puerto deportivo y conecta Santa Catalina con el centro de la ciudad. Este paseo es perfecto para caminar, correr o simplemente contemplar los barcos y el horizonte. Al caer la tarde, este paseo cobra vida con la iluminación suave, las terrazas abiertas y el reflejo de la ciudad sobre el mar.